domingo, 27 de febrero de 2011

Depende, de qué depende

Recuerdo  que de pequeño no me gustaba nada que mi madre se reuniese en casa con sus amigas. Más concretamente me molestaba que hablase de mí con sus amigas. Y más concretamente, me molestaba oír y darme cuenta de que estaba hablando de mí con sus amigas.
No entendía por qué tenía que hacer eso, con la de temas de conversación que hay: cine, televisión, política, deporte, ropa, cotilleos… el clima..; pero no, siempre había que hablar de: “pues mi hijo….”
Si yo con mis amigos nunca hablaba de mis padres, por qué ella siempre hablaba de mí ? Recuerdo, que, con el tiempo, le llegué a expresar mi duda y malestar, recibiendo el silencio y el enfado por su parte.
A día de hoy, todo eso me parece la punta del iceberg, ya que mi reflexión va más allá, y se centra en esa especie de “transferencia ” que hacen ciertas madres, de su vida a la de sus hijos, es decir, dejan de atender muchos aspectos que antes atendían y se focalizan únicamente en su hijo.
Se preocupan menos por su relación de pareja ( a él se lo encontraron en la calle y al hijo lo parieron después de nueve meses en su vientre); descuidan más su apariencia física; descuidan sus hobbies y relaciones sociales…. Y no sólo por la evidente falta de tiempo sino porque en el momento de ser madres hipotecan su felicidad a la felicidad de su hijo.
Quizá sea por una diferencia entre géneros, entre lo que se ha construido que es “una madre” y “un padre”. Ciertamente, si hiciésemos el experimento de medir el tiempo que se habla de los hijos en una reunión de madres primerizas,  frente a una reunión de padres primerizos, creo que los resultados serían reveladores.
En definitiva, no sé si será porque todavía no soy padre, por mi condición de hombre, por lo que todos hemos aprendido que debe ser un hombre,  porque soy una persona fría, porque soy un egoísta repugnante, por ninguna de éstas o por todas las anteriores, pero no comparto esa renuncia tan grande.
Entiendo que es un gesto de generosidad absoluta, volcar tu vida en otro…. Pero sigo manteniendo que necesitar a alguien, sea una pareja o un hijo, para sentirte pleno, necesitar la felicidad de otro para sentirte feliz, me parece triste. Me parece más, una muestra de debilidad y dependencia que de generosidad.


jueves, 17 de febrero de 2011

Manos, labios y mejillas

14:55 horas de cualquier viernes, de cualquier semana, de cualquier mes de 1994. Suena el timbre que anuncia el fin de la última clase, del último día de la semana del primer curso de BUP. La gente recoge los libros, bolígrafos y cuadernos, se pone la mochila al hombro y sale rápidamente por la puerta de clase. Risas en los pasillos, se puede respirar el alboroto y la alegría por dejar atrás la semana y dar la bienvenida al fin de semana.
Con el fin de semana cambiaban muchas cosas: los horarios de dormir y despertar, la ropa que te ponías, las actividades que realizabas, el lugar donde comías… pero había un cambio que ya entonces llamaba mi atención, un cambio simple, un cambio al que seguramente poca gente destinó, siquiera un segundo, para analizarlo: el cambio del saludo.
Y es que, en el momento que acababan las clases, ya no nos saludábamos igual, lo cambiábamos como por arte de magia, porque sí. Pasemos a analizar el saludo de fin de semana, según tres vertientes:
1.       Cuándo: como hemos dicho este cambio en el saludo se producía en el período del fin de semana. Dándose su máxima expresión los sábados por la noche. Los viernes por la noche también quedaba claro. Las dudas y las interpretaciones diversas se daban las tardes de viernes, sábado y domingo (entendiendo la tarde hasta las 19:00) y las mañanas del sábado y domingo.

2.       Cómo: el cambio en sí se producía al pasar del saludo oral de entre semana, al saludo con contacto del fin de semana. Los chicos nos dábamos la mano y entre chicas, o, chico - chica nos dábamos dos besos. Lo anterior sirve como generalidad, pero encontramos diversas variantes.
Empecemos por el saludo entre chicos:
Fundamentalmente había dos opciones. La primera consistía en un apretón de manos formal, muy similar al que pueden darse dos Jefes de Estado. Sí, te saludabas como un Jefe de Estado, a los 14 años, con un amigo al que llamabas por un mote, justo antes de hacer cosas tan serias como jugar al futbolín o beberte un “semáforo” en una disco light, pero… te sentías un adulto… y era fin de semana, claro!
El segundo tipo de saludo era más informal, consistía en un choque entre las palmas, enfrentándolas de forma oblícua y entrelazándolas por el hueco entre el pulgar y el índice.
Al existir estas dos alternativas, lo más inteligente era, ante la primera vez que saludabas alguien, esperar un segundo a ver cómo ponía él la mano, para evitar la incómoda situación de haber elegido cada uno una alternativa distinta.
El saludo entre chicas creo que tampoco tenía mayor historia: colocar los labios propios en las mejillas ajenas.
Y en cuanto al saludo “mixto” de los dos besos, podían asaltarnos dudas como: apoyamos una mano en la otra persona?... si la apoyamos, dónde?, en el hombro?, en la cintura? En la parte posterior del cuello? (esta última era para avanzados, expertos casi profesionales)… qué mano apoyamos, izquierda o derecha?... damos los dos besos o ponemos la cara y besamos al aire?...

3.       A quién: al principio podías tener dudas en cuanto a quien debías saludar “a lo fin de semana”. En  si podías diferenciarlo por grupos (a tus amigos, a la gente de tu clase , a la gente de tu mismo curso pero de otra clase…).
Pero no, con el tiempo descubres que el saludo de fin de semana era global, nada de distinciones, era el paradigma de la igualdad. Le dabas la mano a tu mejor amigo, le dabas la mano a tu compañero de clase que te caía bien, pero  además, y, reconozco que este es el punto que más me hacía reflexionar…. Le dabas (o debías dar) la mano a ese chico de tu clase con el que  habías cruzado tres palabras; al chico de tu curso pero de otra clase al que apenas le decías hola por el pasillo; incluso al chico que te caía como el culo. Y con los besos a las chicas pasaba exactamente lo mismo…
Con lo que se producía ese fenómeno hipócrita pero socialmente establecido, que tanto me impactaba: dar la mano o dos besos a alguien el sábado por la noche, y ver a ese mismo alguien el lunes por el pasillo, y no decirle ni “hola”.

martes, 15 de febrero de 2011

El orgullo de estar orgulloso

22 de diciembre de 2010, una calle tranquila de una ciudad española, se oye un inusual alboroto, risas, gritos, aplausos, incluso algún cántico. Se acercan un cámara y una periodista y se disponen a entrevistar al hombre más entusiasmado: le ha tocado el Gordo de Navidad. Imaginemos que, ante la típica pregunta de la periodista sobre cómo se siente, el eufórico entrevistado contestase: " Estoy orgulloso de que me haya tocado el Gordo"

Seguramente al escuchar estas declaraciones en nuestras casas, a muchos nos sonaría extraño, pensaríamos "cómo se puede estar orgulloso de algo que te ha tocado por azar" "cómo vas a estar orgulloso de algo en lo que no has tenido ningún control ni mérito" "estarás contento, contentísimo o eufórico, pero no, no puedes estar orgulloso de eso" "es como decir que estás orgulloso de ser rubio o moreno, alto o bajo" " Vaya tontería acaba de decir este tipo"

11 de julio de 2010, una calle tranquila de una ciudad española, se oye un inusual alboroto, risas, gritos, aplausos, incluso algún cántico. Se acercan un cámara y una periodista y se disponen a entrevistar al hombre más entusiasmado: la selección española ha ganado el mundial. Imaginemos que, ante la típica pregunta de la periodista sobre cómo se siente, el eufórico entrevistado contestase: " Estoy orgulloso de ser español"

Seguramente al escuchar estas declaraciones en nuestras casas........

domingo, 13 de febrero de 2011

El porqué

Siempre he sentido atracción por el porqué de las cosas y por eso, ahora mismo, cuando escribo esta relación de letras agrupadas, no dejo de pensar en porqué he creado un blog.
Al tratar de responder a esta pregunta, mi pensamiento hace un desvío, y lo primero que contesta, es que no hay sólo uno, sino que seguro que hay varios porqués, y se desvía nuevamente para determinar que, sean unos o varios, siempre serán supuestos y subjetivos, ya que todos los porqués son cuestionables y personales.
Una vez dado el paseo por las ramas, retomo la pregunta inicial y me dirijo a esa respuesta que me inquieta...
Será el porqué de este blog la común necesidad de expresar y compartir nuestros pensamientos, inquietudes, sentimientos... de sentirnos así, parte de un grupo?
Será el porqué de este blog la habitual necesidad de aumentar nuestra autoestima, llevando a cabo acciones con la expectativa de que sean reforzadas por los demás?
Será el porqué de este blog la usual y narcisista necesidad de autorrealizarnos, de sentirnos exitosos y admirados?
Se unirá a lo anterior la, tan humana, y menos insana, envidia a quien ya va cubriendo esas necesidades, deseando repetir sus acciones para apoderarnos de su mismo éxito?
En fin, tantos porqués, cada uno lleva a otros, formando un bucle de dudas, de inquietudes, de sentimientos, de PENsamientos y reFLEXIONES que paradójicamente se convertirán en el alimento de este blog