jueves, 31 de marzo de 2011

QUÉ FUE ANTES?

A: Hola B, cómo estás?
B: Muy bien, aquí ando leyendo el periódico. Y tú qué tal, A?
A: Bien, para qué quejarnos.. y qué pone en el periódico?
B: Bueno, estaba en las páginas de política, pero a mí la política ni me gusta ni la entiendo..
A: Pues eso está muy pero que muy mal, la política es muy importante. Qué han escrito?
B: Dicen que el PP aventaja aún más al PSOE en intención de voto de cara a las elecciones generales
A: Normal!!!
B: Ya… tú a quién vas a votar?, si no es mucha indiscreción
A: Vaya pregunta!!! A quién va a ser!!?? Al PP, sin ninguna duda
B: Y por qué vas a votar al PP?
A: Joder qué preguntitas…. Pues por la crisis económica tan grave que atraviesa España, pareces tonto eh! Es el único partido que nos puede sacar de esta situación.
B: Hay quien dice que la crisis económica es global y que España se ha visto “arrastrada”
A: Arrastrada? Por los cojones! Hay crisis en todo el mundo sí, pero es que nosotros estamos a la cola de Europa, con un déficit brutal y un paro del 20,3 %... de eso tienen la culpa otros???
B: Hay quien dice que eso es debido a que en la época de bonanza económica, fuimos los que más crecimos y que por eso ahora la bajada ha sido más acentuada
A: Eso es una gilipollez!!... va pasa de página que me estás poniendo de los nervios
B: Ya… bueno… mira otra encuesta… esta dice que en los sondeos sobre las elecciones autonómicas, el PP vuelve a sacar mayoría absoluta, incluso con más diferencia que en las pasadas
A: Normal!!!
B: Sí??? Tú vas a votar al PP?
A: Pues claro, no me has escuchado en todo este tiempo o qué?
B: Sí, pero es que en la Comunidad Valenciana, gobierna el PP y también atraviesa una grave crisis económica
A: Ya, porque estamos dentro de España y nos hemos visto “arrastrados” por el gobierno de Zapatero
B: Entiendo…  pero de entre todas las comunidades, nosotros estamos muy a la cola en déficit público y nuestra tasa de paro es del 23%
A: Lógico, nosotros fuimos de las comunidades que más había crecido y ahora la caída ha sido más dura
B: Ah… entiendo…
A: No sé yo si lo entiendes, porque preguntas cada cosa..
B: Sherlock Holmes siempre encontraba el culpable de sus casos a través de las pistas o evidencias
A: mmm?
B: Pues que tú actúas justo al revés… tienes claro desde el principio quien es el culpable y a partir de ahí, seleccionas y moldeas las pistas que lo corroboran
A: mmmmm???
B: Quiero decir que tú no votas a quien consideras oportuno según tus ideas y opiniones sino que, tienes claro a quién votar y a partir de ahí, seleccionas y moldeas tus ideas y opiniones para que concuerden con esa decisión prestablecida
A: mmmmmmmm… rojo cabrón!

martes, 22 de marzo de 2011

El país que se creía rico

Hace tiempo leí un artículo que hablaba sobre la crisis económica en España. Tema poco original pensareis con razón. Pero lo que me llamó la atención fue desde la perspectiva que la explicaba.

Trata de explicar la crisis sin hablar de Pepés, Pesoes, paro, riesgo de deuda... sino que lo explica partiendo de una visión sociológica, psicológica... en definitiva una dimensión humana.

Y es que siempre he pensado que la economía la hacen las personas, y las personas somos pensamientos, actitudes y conductas... por lo tanto esta visión me parece especialmente interesante.

Os copio el enlace entero y espero que os guste o al menos os haga penflexionar:


"Érase una vez un país que se creía rico. No tenía petróleo ni gas. Sus reservas minerales eran escasas y estaban casi agotadas. Su industria, mediocre y poco competitiva porque su mano de obra no era barata. Su agricultura dependía de un regadío deficitario de agua y gran consumidor de energía. Apenas tenía tecnología propia ni investigaba lo suficiente para conseguirla. Y sin embargo se creía rico.

También sus habitantes creían poder vivir a todo plan. Veían natural gozar de un alto nivel de vida, tener muchas prestaciones sociales, trabajar lo menos posible, cultivar el ocio como objetivo vital y tener la vida asegurada. Eran gentes que valoraban mucho sus derechos y se sentían poco comprometidas con sus deberes. Jamás se planteaban por qué vivían tan bien cuando la mayor parte del planeta pasaba calamidades.

Y lo curioso es que no siempre había sido así. Hacía cuarenta años era un lugar modesto, de gente con alpargatas, escasas libertades y aislado del mundo. Con un trabajo ímprobo, ilusión colectiva y afán por mejorar, se había convertido en un estado moderno, desarrollado y alto nivel de vida. Pero, sin saber por qué, había olvidado sus orígenes y la razón de su bienestar para pasar a creerse en la opulencia.

El país que se creía rico actuaba como si lo fuera. Se dotó de administraciones numerosas, con coches oficiales y asesores políticos hasta en el último pueblo. La población pedía cada vez más de las arcas públicas, sin considerar que el nivel de vida no es un derecho adquirido sino algo que hay que ganarse día a día. Parecía natural tener una sanidad de vanguardia, educación de títulos fáciles y escaso esfuerzo, mayores pensiones, protección de desempleo compatible con una economía sumergida, y servicios urbanos de primera. Pero ni siquiera los estados más ricos del mundo se permitían tales lujos.

Los países son como las familias: austeros, donde todos trabajan codo con codo, ingresan más que gastan y ahorran para los momentos difíciles; muy ricos, con cuantiosos patrimonios y rentas, que viven muy bien pero evitan el despilfarro para no verse algún día en la ruina; y los que se creen pudientes sin serlo, no tienen patrimonio, pero gastan mientras haya un banco que les preste. Cuando les cortan el crédito, se acabó. Nunca volverán los días dorados donde vivían opulentamente a cambio de nada.

El país que se creía rico había abusado del préstamo. Cualquier ciudadano conseguía un crédito, sin capacidad real de devolución, para adquirir viviendas, coches o bienes a un precio ficticio muy superior al valor real. Sus fabricantes se frotaban las manos por el dineral que ganaban vendiendo caro. Y pagaban bien a sus empleados que se sentían aun más ricos con buenos sueldos y viviendas costosas. El estado ingresaba mucho dinero de impuestos y regalaba más bienestar en prestaciones. Era una pescadilla que se mordía la cola y se cerraba en si misma dejando a todo el mundo satisfecho con su falsa riqueza.

Las grandes empresas también pedían dinero prestado para comprar otras compañías. No importaba un precio desproporcionado, total no había que poner ni un euro cuando todo era a costa del banco. Y así se sentían mucho más ricas. Remuneraban muy bien a sus ejecutivos, emprendían nuevas inversiones y se despreocupaban del riesgo que corrían.

Un día, los financieros de todo el mundo supieron que lo habían hecho muy mal y renunciaron a prestar. Realmente ya no les quedaba nada que dejar.

Y el país, que actuaba con la alegría de una familia modesta que dilapida los préstamos y disfruta como la cigarra, sin pensar que deberá devolverlos, se enteró una mañana del final del crédito. Tocaba apretarse el cinturón y afrontar la triste realidad de sus limitadas posibilidades.

Ya nadie podía comprar casas, apartamentos ni coches. Los fabricantes no vendían y despedían a sus empleados. La gente iba al paro y volvía la cabeza hacia el Estado pidiendo ayuda. Pero como no había ya negocios ni sueldos, tampoco se recaudaban impuestos. Ahora era Hacienda quien debía pedir préstamos.

El país que se creía rico quiere pensar que sufre una crisis pasajera. Una especie de gripe de la que pronto se levantará como si nada. Y la política, que odia disgustar al pueblo, habla de un mal general y transitorio con el que no hay que angustiarse porque, mientras dure, ahí está el Estado para mantener el nivel de vida y bienestar de sus ciudadanos.

Un día, alguien tendrá que decir que nada volverá a ser como antes, cuando todo era un falso espejismo.

Que un país no puede vivir en plan rico, si no lo es, ni sus arcas públicas mantener un falso nivel de vida durante mucho tiempo. Y que le espera una larga y dura senda de trabajo, sacrificio y realismo hasta conseguir hacerse rico de verdad. Pero eso será otra historia que, por supuesto, tendrá un final feliz."

JOSÉ LUIS MANZANARES JAPÓN

martes, 15 de marzo de 2011

TODOS SOMOS FAG

Este verano entraron a robar en mi piso.  Rompieron el bombín y pasaron a llevarse lo que consideraron oportuno.  Después llegó el cerrajero del seguro y después la policía científica, ambos me dijeron que los ladrones habrían tardado unos dos minutos en forzarme la puerta  y ambos coincidieron también al darme una solución: el cerrojo marca FAG.
Se trata de un cerrojo que se ancla a la puerta y a la pared, el típico cerrojo de toda la vida.
Según el policía, este cerrojo no es, para nada, inquebrantable. Si tardaron a forzarme la puerta dos minutos, con este suplemento de seguridad, tardarían una media hora, y además harían más ruido.
Y, es que, esta es la principal virtud, del cerrojo; es un elemento disuasorio. Si los ladrones lo ven, como van a hacer un atraco “express”, no les compensa emplear ese tiempo y ese ruido en intentar abrir la puerta, e irán a otra que no lo tenga, digamos que pasamos la patata caliente.
Es aquí, donde nos podemos identificar con el cerrojo FAG. Hay tantos ámbitos de nuestra vida, tantas personas, tantos aspectos de nuestra sociedad, donde se valoran las cosas, no por lo que son en sí, sino por lo que representan   y por lo que llegan a diferenciarnos y a hacernos creer mejores y menos vulnerables que los demás.
Tenemos un coche FAG que representa status, tenemos ropa FAG que nos hace parecer más guapos que la persona de al lado, tenemos convicciones FAG que nos autoengañan para sentirnos menos vulnerables….
En definitiva, somos una sociedad FAG,  una sociedad del “aparentar  y comparar” frente a lo que debería ser una sociedad del “ser y valorar “